Tras un confinamiento en el que las playas de Río de Janeiro quedaron silenciadas y sin vida, poco a poco la arena fue llenándose de cuerpos que saltaban, se retorcían y hacían volar por encima de sus cabezas un balón. Se trataba de jugadores de altinha, un deporte que conquista las playas cariocas y que la fotógrafa Tanara Stuermer retrata compulsivamente